Tanto en su natal México como en toda Latinoamérica, Javier Solís es y será siempre un ídolo imborrable de la memoria colectiva de los amantes de sus interpretaciones. Algunos de los éxitos de este destacado artista mexicano son “Sombras”, “En tu pelo”, “Payaso” y “Si Dios me quita la vida”, entre tantos otros.
Junto a los también grandes cantantes Pedro Infante y Jorge Negrete, Javier Solís formaba el trío de oro de la canción popular mexicana. Título otorgado por el público a estos tres artistas, considerados los más destacados del siglo XX.
En su corta trayectoria musical, el rey del bolero ranchero, como también se le conoce, Javier Solís representó con orgullo el espíritu del hombre popular mexicano, alegre, fiestero y luchador.
Orígenes de Javier Solís
Su verdadero nombre es Gabriel Siria Levario. Nació el primero de septiembre de 1931, en el barrio Villa de Tacubaya de Ciudad de México. Fue el primero de los tres hermanos, hijos de un padre panadero una madre comerciante.
Al ser bautizado en una Iglesia cerca del barrio donde nació, los padrinos se encargaron del niño Gabriel. En noviembre de 1939, fallece su madre adoptiva y en medio de un gran dolor, el todavía infante tuvo que abandonar la escuela para ganarse la vida. Comenzó trabajando en mercados populares donde cargaba canastas a cambio de propinas.
También se dedicó un tiempo a la recolección de huesos y vidrios de la basura, por lo cual recibiría algunos centavos. Posteriormente, consiguió trabajo en una gasolinera lavando autos y después se desempeñó como despachador de cilindros o tanques de gas. Además, laboró un tiempo como panadero y carnicero entre otros tantos oficios.
Tiempo después, se inclinaría por el deporte, convirtiéndose en boxeador, llegando a destacarse en la categoría de amateur. Pero su pasión por cantar, algo que había sentido desde niño, se mantuvo intacta con el pasar de los años.
Comenzó a presentarse en lugares públicos conocidos como carpas, que eran los sitios donde la gente solía divertirse. Al poco tiempo, Manuel Garay, administrador del Teatro Salón Obrero, le ofreció la oportunidad de cantar en este sitio con el sobrenombre artístico de Javier Luquín.
El inicio de su carrera artística
Al descubrirse a sí mismo con semejante talento para el canto, comenzó a interpretar tangos, uno de sus géneros musicales favoritos. De hecho, en el Teatro Salón Obrero lo presentaban como “Javier Luquín: el genial intérprete de tangos”. Para ese entonces tenía entre 13 o 14 años y seguía trabajando como carnicero. El dueño de la carnicería, David Lara, le tenía mucho aprecio y al darse cuenta de sus habilidades vocales lo ayudó pagándole clases de solfeo con un destacado profesor de nombre Noé Quintero.
Se comenta que dicho profesor, era muy sincero con sus alumnos, aprobando a los que realmente tenían talento y desengañando a los que no. Por su puesto, Javier estaba en el bando de los aprobados. Durante ocho meses recibió clases de manos del maestro Quintero.
En el año 1946, con 15 años formó el Dueto Guadalajara y luego el Trío Flamingo que más tarde se llamaría Trío México. Sin embargo, al poco tiempo sintió la necesidad de abrirse camino como solista. Fue entonces, cuando se aventuró a probar suerte cantando con mariachis, interpretando rancheras en la famosa Plaza Garibaldi. Posteriormente, consiguió la oportunidad de cantar en dos reconocidos bares de la época, el Tenampa y el Guadalajara de noche.
A finales de la década de los 40, recibió un contrato para presentarse por un año en el estado de Puebla. Sería su primera gira como Javier Luquín. Sin embargo, para entonces se le consideraba como un imitador de su ídolo Pedro infante, esto retrasó su reconocimiento.
Nace Javier Solís
En el año 1950, todavía usaba el nombre Javier Luquín, grabó sus primeras canciones: “Punto negro”, “Tomate esa copa”, “Virgen de barro” y “Te voy a dar mi corazón”. Los temas fueron producidos con el Trío Los Galantes, en un pequeño estudio de grabación destinado a artistas aficionados. Las grabaciones, se hicieron en discos de acetato, los cuales fueron mostrados por Javier a sus amistades.
En 1955, fue contratado para cantar en el Bar Azteca, donde su amigo Manuel Garay le sugiere cambiar su seudónimo por Javier Solís, nombre con el que lograría su fama artística internacional. Cantando en el Bar Azteca, conoce a Julito Rodríguez, guitarrista y voz principal del reconocido trío Los Panchos. Al escuchar su destacada voz, Rodríguez lo recomienda para una audición con Felipe Valdés Leal, director artístico de Discos Columbia de México.
Ya convertido en Javier Solís, firma un contrato con la disquera para grabar su primer sencillo, el cual fue todo un éxito en el interior de México. Seguidamente, produce su primer álbum, cuyo lanzamiento se retrasa por un hecho inesperado. Su ídolo, el actor y cantante Pedro infante había fallecido. El día del sepelio, Solís, subido a una cripta del cementerio, entonó la ranchera “Grito Prisionero”, para homenajear a uno de sus intérpretes favoritos.
En 1957, recibió su primer Disco de Platino por las altas ventas de su primer disco sencillo. Graba entonces su primer álbum “Javier Solís, Volumen I”. En 1958 da un paso trascendental hacia la consagración de su carrera.
Una tarde en el estudio de grabación, cuándo interpretaba “Llorarás, llorarás” dejaría atrás su inclinación a imitar a Pedro Infante. En esa ocasión Felipe Valdés Leal logró hacer surgir el estilo propio y la voz auténtica de Solis a base de consejos. A partir de entonces nació ese inimitable estilo que lo convirtió en el inolvidable Javier Solis. El sencillo “Llorarás, Llorarás”, que luego dio nombre al disco en 1959 lo consagró para siempre en la preferencia del público.
Giras y nuevos discos
Ese mismo año, realiza su primera gira promocional por Estados Unidos y la disquera prepara un álbum de valses de origen mexicano. El disco de nombre “Javier Solís con banda” fue grabado en los estudios de Columbia Records en Nueva York. En esta ocasión, el acompañamiento no sería con mariachis sino con una banda sinfónica conformada por músicos mexicanos y estadounidenses. Sería uno de los primeros trabajos de grabación multi-pista realizados por artistas latinoamericanos.
En 1960, Solís hace una nueva gira por Estados Unido. Esta vez, graba un álbum de boleros con acompañamiento de orquesta de estudio dirigida por su amigo, el músico estadounidense Chuck Anderson. “Javier Solís en Nueva York” fue el nombre de este trabajo musical.
En los años siguientes, el intérprete mexicano edita dos de sus discos más célebres, “Fantasía española” y “Trópico”, convirtiéndose en uno de los mejores intérpretes del reconocido compositor mexicano Agustín Lara. A partir de ese momento, la música ranchera goza de aceptación fuera de las fronteras mexicanas.
Vale la pena mencionar, que entre 1960 y 1966 incursionó en el cine filmando varias películas, siendo las más conocidas: “El norteño”, “Los bárbaros del norte” y “Los forajidos”.
En febrero de 1965 sale al mercado unos de sus mayores éxitos, su versión del sencillo “Sombras” que batió todos los récords en ventas y le otorgó una medalla por parte de su disquera, como reconocimiento por su gran calidad como cantante.
En 1966, participa en un nuevo proyecto para el cual, graba algunas de las canciones más conocidas de los compositores puertorriqueños Rafael Hernández y Pedro Flores. Sin embargo, su salud comenzaba a deteriorarse, por lo que sólo alcanzó a poner la voz a seis de las ocho pistas preparadas para el nuevo álbum.
Las esposas de Javier Solís
De este artista mexicano, se comenta que fue un joven muy tímido sobre todo con las mujeres. Esto se debía a su origen humilde, el cual siempre quiso ocultar. Sin embargo, tuvo nueve hijos producto de cinco matrimonios, casándose por primera vez a los 20 años.
En 1960, conoció a Blanca Estela Saenz, su última esposa, con la cual tuvo dos hijos: Gabriel y Gabriela.
Debido a que siempre se avergonzó de su pasado, cuando comenzó a enamorar a Blanca Estela, quien apenas tenía 17 años, inventó toda una historia, diciendo que era indígena de la tribu Yaki y por tanto, se tenían que casar según el ritual de dicha tribu: uniendo sus respectivas sangres, a lo cual Blanca Estela no puso reparo.
Partida física de Javier Solís
Luego de culminar su producción musical “Javier Solís Con Orquesta”, el cantante tuvo que ser hospitalizado, el 13 de abril de 1966, en el hospital Santa Elena de Ciudad de México para ser operado de la vesícula biliar. Se afirma, que el artista tenía piedras en su vesícula, lo que le provocaba dolores insoportables.
Luego de la cirugía, aparentemente todo salió bien y su familia sólo esperaba que le dieran el alta. Pero al parecer, debido a que se sentía muy bien, Javier desobedeció indicaciones médicas.
Como parte del tratamiento postoperatorio tenía prohibido tomar líquidos. El médico le prescribió una estricta hidratación a base de pequeñas dosis de agua que se iba derritiendo de trocitos de hielo, que debían administrarle las enfermeras. Sin embargo, en un descuido, Javier, desobedeció el tratamiento y se sirvió un vaso de agua para calmar la sed. Esto le ocasionó, horas después, un gran desequilibrio que posteriormente le ocasionaría la muerte el 19 de abril de 1966. Para entonces Javier Solís, tenía 34 años de edad.
De esa forma culminaba su maratónica carrera artística que realmente se puede concentrar en solo 10 años. Desde 1956 hasta 1966. En ese espacio de tiempo grabó más de 320 canciones. Fue protagonista en 33 películas, 10 de ellas filmadas en 1965. Hechos que lo convirtieron en uno de los intérpretes más destacados de México y Latinoamérica para el mundo.
Su muerte, fue sin duda un momento de luto para el mundo de la música. Al día siguiente, en medio de una multitud de seguidores que lamentaban su partida, fue sepultado su cuerpo en el Panteón Jardín de la capital mexicana, en el área especial donde reposan los restos de varios artistas del país azteca. Entre estos los del inolvidable Javier Solís.